De Cuando Nos Conocimos

Nos encontramos por accidente, un accidente de colores, como otros tantos accidentes que moldean las formas de Maestranza de Recuerdos. Me hospedé en el Vedado, entre la Plaza de la Revolución y el Malecón, Mireya vivía en el edificio junto al mío y la casera del hospedaje me habló de ella. Quedamos en juntarnos un par de veces antes que finalmente lográramos una reunión, casi no coincidimos. Sin embargo, cuando por fin nos vimos a los ojos, tardamos lo que tarda un parpadeo en sabernos en casa. Nos abrazamos y nos echamos a reír.

Nos sentamos frente a frente y mientras yo le iba explicando el proyecto, ella me miraba con una sonrisa amable. Cuando terminé y ella empezó a hablar de su vida, yo inicié mi deleite. Sus palabras eran claras, su modulación total, su gesticulación justa, su elegancia evidente, su corazón infinito. Hasta entonces, sin embargo, yo no tenía idea de quien estaba sentada al otro lado de la mesa. Una mulata de sonrisa contagiosa y generosa de expresión, eso era todo lo que sabía de ella. Poco a poco se fue develando la mujer luchadora, la artista, la dedicación, la mujer “simplemente.”

Mireya es una actriz de renombre en los medios de la isla que ha caracterizado un sin numero de personajes en el teatro, el cine y la televisión. Con su trabajo ha recorrido el mundo y se ha codeado con las más reconocidas figuras de la orbe artística cubana. Si hasta con Fidel tiene fotos. Sin embrago, la altura de su presencia no se opaca con delirios de grandeza, muy por el contrario, la humildad y las vibras de alegría son las características que describen nuestro encuentro.

Mireya se extiende en sus recuerdos desde antes de la revolución y guarda en su memoria pistas de un país desde una perspectiva única. Nació en 1946 en la ciudad de Holguín, la misma ciudad que vio nacer a Fidel Castro años antes. Cuando tenía 12 años se gestó el triunfo de la revolución, memorias que ella mantiene frescas en su cabeza.

Mireya es madre de dos mujeres de las cuales ella habla con gran orgullo y abuela de cuatro varones, dos por cada una de sus hijas. Como ya es entendido, esta no es su historia ni pretende describir a Mireya como describe un espejo un rostro desnudo. Esto, siendo mas que un espejo pues un espejo no puede describir carácter y espíritu, es mucho menos que una descripción cabal de una vida con sus complejas aristas. Esto es solo un intento de reconstrucción de episodios en la memoria de Mireya, para que su historia no se vaya con el viento.

 

Rodrigo Pena-LangComentario