El Chile que Murió a Balazos
El Chile de las décadas de entre 1960 y 1990 sufrió cambios radicales, la sana participación en la que se gestionaba la política de la gente común y corriente en los años sesenta fue mutando y el odio terminó dividiendo al país. Evelyn atesora esos recuerdos, si bien siempre existieron diferencias entre unos y otros dependiendo de qué lugar de la perspectiva alguien se hallara, izquierda o derecha, aun en ese entonces, entre 1960 y 1970, se podían lograr tertulias encendidas de energía, llenas de pasión, pero al final de las cuales todos seguían siendo amigos. Con la dictadura cívico-militar, el país se polarizó. Las muertes, las desapariciones y el miedo fueron dejando un rastro separatista que hasta el día de hoy aqueja al país.
Sonaban los nombres de Jorge Alessandri Rodríguez, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende entre los candidatos a la presidencia. Cada uno de ellos representando maneras de ver muy distintas de Chile y su futuro. Los chilenos empezaban a elegir a quien mejor los representase y dentro del círculo de Evelyn, sus amigos se dividían en enérgicas charlas donde se articulaban opiniones según los valores de cada cual. Su padre y madrastra hacían lo propio, ambos seguidores de Frei. Amelia, aquella mujer a quien Evelyn tanto admiraba se dividía entre lo que su consciencia reclamaba, apoyar a Allende, y lo que su padre aconsejaba, Frei. Don Carlos Bruhn, padre de Amelia, fue incluso, simpatizante nazi, dice Evelyn. A pesar de todo, se unían rojos y azules en apoyo a causas que valían la pena, a ayudar en el terremoto de 1964, por ejemplo, que tuvo epicentro en la quinta región y el cual dejó un gran descalabro.
Todo cambió con el golpe militar. En 1976 Evelyn sufrió el primer gran remezón de los tantos que se irían sumando a lo largo de los diecisiete años de terror (1973 – 1990). Un día como cualquier otro, Amelia fue desaparecida. Los por menores de su desaparición no se aclararían nunca, salvo vagos detalles que su familia e investigaciones realizadas en años de democracia, revelarían. Amelia fue llevada de su oficina en Catedral 2808 donde se desempañaba como decoradora de interiores, por hombres vestidos de civil. Evelyn señala que Amelia estudió en la Universidad Santa María de Valparaíso, la cual en aquellos años era gratuita y se especializaba en ofrecer carreras prácticas, de gajes y oficios, destinadas a las familias de bajos recursos. Después del golpe, esas y todas las universidades chilenas pasarían a ser semi privadas con aranceles imposibles para los más humildes. Hoy, la Universidad Santa María es una de las más exclusivas del país. Una vez que arrastraron a Amelia de su oficina, con violencia, según testigos, fue llevada al centro de tortura José Domingo Cañas y luego trasladada a un segundo centro de tortura, Cuatro Álamos. Según uno de los hermanos de Amelia, después de Cuatro Álamos la pista se pierde, pero todo indica que fue una de las muchas víctimas que terminaron con los pies amarrados a rieles y lanzada desde un helicóptero al océano pacifico.
En 1980, otro episodio que marcó la vida de Evelyn ocurrió una noche de octubre. Juan, amigo de la familia de hacía muchos años llegó a su casa en Peña Blanca, buscando a Luis, esposo de Evelyn. Les contó que la CNI (policía secreta del gobierno en dictadura) estaba, al parecer a su siga, y que estaban allanando su casa. Juan le pidió a Luis que fuera a ver qué ocurría, la esposa de Juan estaba sola y si iba el, seguro lo llevarían. ¡Era una trampa! Juan entregó a Luis a la policía. Cuando llegó Luis a casa de Juan, le pidieron identificación y gritaron, “Aquí está el huevon, el que andábamos buscando.” Lo tiraron al piso, le dieron cuanta patadas pudieron y se lo llevaron a él y a la mujer de Juan, detenidos. Mientras Luis era torturado, Evelyn se paseaba golpeando las puertas de los campos de concentración con un niño dos meses, su hijo menor, a cuestas. Las torturas eran brutales, es verdad, pero la incertidumbre lo era también. No saber si su esposo aún vivía la mantuvo con un pie en el precipicio y el otro en tierra firme tratando de ser la madre que sus hijos necesitaban. Evelyn hizo todo lo que estuvo a su alcance, preparó un Recurso de Amparo destinado a la Vicaria de la Solidaridad, que velaba por casos como los de Evelyn en aquellos años. Luis fue dejado en libertad tiempo después, llegó maltraído por los golpes y con llagas psicológicas que durarían el resto de su vida.
A pesar de todo lo que iba ocurriendo en el país, Evelyn y Luis fueron valientes. Un día él llegó contando que uno de sus colegas, también profesor, en el colegio en el cual trabajaba, en Casablanca, participaba en una banda de música folclórica y le había ofrecido hacer una tocata a su casa. Era bien sabido que juntarse en grupos era prohibido, provocaba sospecha. Mas si encima de todo lo hacían para cantar canciones rebeldes. Podía estimarse que tal acto era pecado capital ante los ojos de las viciadas autoridades de la opresión. Consciente de todo esto, Evelyn aceptó. Vino navegado, guitarras, una quena, un charango y percusión, eran los Inka-Qhamachu. No solo el nombre le era familiar a la izquierda por su notorio parecido a los exiliados Inti-illimani, sino que también cantaban sus canciones, obviamente también prohibidas. Los invitados iban llegando, y las cortinas se sellaban. Se apagaban las luces y se encendían velas. la casa se llenaba de humo de los cigarros que se iban quemando y un vigilante se turnaba entre los matorrales del ante jardín. Frente a la población de Canal Chacao en Quilpué, había una población de marinos y era de esperarse que algún día llegaran llamados por el ruido. El vigilante estaba encargado de advertir a los comensales en caso de que algo fuera de lo común se divisara entre las sombras de la noche. Gracias a algún divino milagro, nunca pasó nada. Dentro de la casa sonaban Patricio Manns, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Violeta Parra, Víctor Jara, Quilapayun y los la nombrados, Inti-Illimani.