La Vida en mi Pueblo, Yumbo
- En Cali la gente es famosa por tener los pies ligeros, son los más tenaces a la hora de bailar salsa, le comento. ¿Es así en Yumbo también? ¿A usted le gusta bailar salsa?
- Claro, quien no disfruta del baile, todos bailamos cuando nos da el tiempo. Cuando podía, bailaba, la obligación era mucha. Hay tanto que hacer en esta vida, hijo, responde ella entre carcajadas.
- ¿Qué recuerda de su niñez? – le pregunto.
Los domingos eran de fiesta en Yumbo, la reunión se organizaba después de la misa, en la plaza principal del pueblo. Se reunían trompetistas, percusionistas y otros músicos expertos en diversos instrumentos y hacían bailar al pueblo entero, era la Banda Municipal de Yumbo. Entre los músicos estaba Pacho, el de la corneta grandotota, le comenta Nora a su nieta, Vivi, una enfermera, buena moza y muy risueña, que esta pronta a dar a luz.
- Aunque no creo que siga tocando, debe haber muerto, pero sus hijos seguro que han de estar, termina diciendo Nora.
Las fiestas eran muy lindas allá y seguro lo siguen siendo, cuenta la mujer. La fiesta del Señor del Buen Consuelo, en septiembre, por ejemplo. Tenían fuegos artificiales, desfiles, música, baile y mucha algarabía. La fiesta ocurre en la última semana de septiembre, cada año. Cuentan que la tal fiesta comienza en 1930 como un deseo del fray Alfonso de la Concepción Peña, quien, después de oficiar la misa campal en la plaza, junto al santuario del Señor del Buen Consuelo, decidió que la capilla que ya le estaba quedando chica al pueblo. Los yumbeños creyentes se estaban multiplicando y, además, llegaban peregrinos por doquier. El fray, ilusionado, decidió hacer de Yumbo un ejemplo y propuso la idea de una celebración que tuviese a su religión como el condimento primero. La idea del Cristo Peregrino se le vino a la cabeza y a la larga se transformó en la forma de festejo religioso y del pueblo de la última semana de septiembre. Los santos son llevados en una procesión, es una fiesta muy bonita, pólvora por cantidades. En semana santa también. Hay están los cargueros, dice Nora.
Los cargueros son los muchachos que cargan a los santos en la peregrinación de semana santa. Organizados en pequeños grupos de seis personas, más o menos. Los cargueros, vestidos para la ocasión, son los encargados de llevar un determinado santo, generalmente tallado en madera y montados en tablados, sobre sus hombros durante la procesión. Un nieto y dos bisnietos de Nora son cargueros, todos se visten de gala y se transforman en el orgullo de la familia. Cargan el santo de su preferencia y se mezclan entre la música y la gente, solemnes y con el pecho hinchado. Nora recuerda el placer de estar saboreado un raspado en esas fiestas. En un carro pequeño generalmente ubicado en la orilla del camino, una mujer raspa un hielo con un cuchillo y lo pone en vasos. Luego, tiñe el hielo con un colorante, Nora prefería el rojo. Se lo llevaba y lo iba comiendo mientras caminaba, saltaba y jugaba siguiendo el desfile.
También de su niñez, Nora recuerda las novenas, una ceremonia muy típica en Colombia y que consiste en una reunión de tipo familiar en donde todas oran en conjunto esperando el nacimiento de Jesucristo. Son nueve noches, desde el 16 de diciembre hasta el 24, de oración y cantos. Las familias se turnan y cada una ofrece su casa como centro de reunión durante las nueve noches que perdura la ceremonia. En todas las casas se hace, en una casa una noche, en otra casa la siguiente noche, cada cual con su pesebre. Nos reuníamos a cantar los villancicos. Era una forma de bendecir la casa, una tradición de nuestro país. En el pesebre ponemos a José, María y el niño Jesús, la sagrada familia. Siempre había mucho muchachito y muchachita en todas las casas, nos sentábamos todos alegres, a la espera y cantábamos. A veces incluso lo hacíamos todos juntos, con los vecinos, en la calle. Todo esto había cambiado para Nora desde que estaba en Nueva York. Hoy por hoy y desde hace muchos años, se reúne con menos gente y sus nietos participan, pero no con el mismo espíritu de aquellos niños de las calles de Yumbo.
- ¿Existen muchas diferencias entre la niñez de aquellos días y la de sus nietos? Le pregunto.
Los muchachos de hoy en día son distintos. Antes nosotros aprendíamos a respetar a la gente mayor. Además, agrega Nora, trabajábamos desde que éramos chicos. Nora aprendió a coser cuando apenas tenía 12 años y al mismo tiempo empezó a trabajar. La ausencia de su padre, quien murió cuando el más joven de sus hermanos recién nacía, y ella tenía apenas un año y medio, obligó a la familia a doblar sus esfuerzos para subsistir.
En mi niñez jugábamos sin celular ni tabletas, salíamos a la calle y jugábamos a la lleva y a tantos otros juegos que teníamos. Además, todo era más sano y menos peligroso. Nadie pensaba que nos iban a robar, las puertas siempre estaban abiertas, entraban y salían los amigos y la familia cuando querían. Ahora eso no se puede.